Antología



Josefina Ludmer, “¿Cómo salir de Borges?”, en W. Rowe, C. Canaparo y A. Louis (comps.), Jorge Luis Borges. Intervenciones sobre pensamiento y literatura, Buenos Aires, Paidós, 2000, pp. 289-293.


¿Desde dónde se podría leer a Borges para salir de él? ¿Desde qué posición de lectura?

Confieso que esta es la pregunta recurrente que me hago desde que llegué a Buenos Aires, en mayo, y me encontré con el Centenario [de su nacimiento]. Me encontré con Borges en la calle, la televisión, la radio, las exposiciones, los suplementos de los domingos y las encuestas de opinión, y hasta con el homenaje de los niños de escuelas primarias construyendo laberintos. La proliferación de Borges se parece demasiado a la que él mismo atribuye a Orbis Tertius: “Manuales, antologías, resúmenes, versiones literales, reimpresiones autorizadas y reimpresiones piráticas de la Obra Mayor de los Hombres abarrotaron y siguen abarrotando la Tierra”. Borges se nos impone no sólo como el Orbis Tertius o el imperio que él mismo imaginó, sino como el canon mismo. El canon contiene también, como el Imperio, un principio de dominación, porque es la cima de una escala lineal y jerárquica, una lista de cumbres, en relación con las que se miden todos los otros productos de su misma especie.

(...)

Borges siguió en Argentina un proceso típico de canonización, primero muy discutido por sus contemporáneos (tanto política como literariamente) entre los años 30 y 50 (...): era discutido cuando precisamente escribía los textos que lo hacen canon y exportable. Fue discutido desde el nacionalismo y la izquierda por su estética cosmopolita, gratuita, puro juego, artificio y ficción. Se le dijo paradójico, mordaz, inhumano. No era un escritor nacional ni popular, era un escritor de torre de marfil, como se decía entonces. (...) A partir de los años 60, (ya han aparecido sus primeras Obras Completas, ya ha sido traducido a las lenguas del primer mundo, y ya aparece el adjetivo borgeano y la cita en medios como Primera Plana, que como algunos recordarán fue uno de los semanarios que inventaron el boom de la literatura latinoamericana), Borges es el ejemplo del hombre de letras, del bibliotecario, y también el escritor que nos define la literatura, la ficción, ciertos modos de leer y ciertas posiciones de lectura en Argentina. Cuando Borges se hace indiscutible se dejan de plantear problemas de ideología, de clase y de posición política.



Jorge Luis Borges, “La nadería de la personalidad”, en Inquisiciones, Buenos Aires, Proa, 1925 [1922], pp. 84-95.


Quiero abatir la excepcional preeminencia que hoy suele adjudicarse al yo (...). Pienso probar que la personalidad es una trasoñación, consentida por el engreimiento y el hábito, mas sin estribaderos metafísicos ni realidad entrañal.

(...)

No hay tal yo de conjunto (...). ¿Eres tú acaso al sopesar estas inquietudes algo más que una indiferencia resbalante sobre la argumentación que señalo, o un juicio acerca de las opiniones que muestro?

Yo, al escribirlas, sólo soy una certidumbre que inquiere las palabras más aptas para persuadir tu atención. Ese propósito y algunas sensaciones musculares y la visión de límpida enramada que ponen frente a mi ventana los árboles, construyen mi yo actual.

(...)

No hay tal yo de conjunto. Equivócase quien define la identidad personal como la posesión privativa de algún erario de recuerdos. (...) Nadie pretenderá que en el vistazo con el cual abarcamos toda una noche límpida, esté prefigurado el número exacto de las estrellas que hay en ella.

(...)

Nadie, meditándolo, aceptará que en la conjetural y nunca realizada ni realizable suma de diferentes situaciones de ánimo, pueda estribar el yo. Lo que no se lleva a cabo no existe, y el eslabonamiento de los hechos en sucesión temporal no los refiere a un orden absoluto. (...) La sensación de frío y de espaciada y grata soltura que está en mí al atravesar el zaguán y adelantarme por la casi oscuridad callejera, no es una añadidura a un yo preexistente ni un suceso que trae apareado el otro suceso de un yo continuo y riguroso.

(...)

No hay tal yo de conjunto. Basta caminar algún trecho por la implacable rigidez que los espejos del pasado nos abren, para sentimos forasteros y azorarnos cándidamente de nuestras jornadas antiguas. No hay en ellas comunidad de intenciones, ni un mismo viento las empuja.



Jorge Luis Borges, “Borges y yo”, en El hacedor, Buenos Aires, Emecé, 1960, p. 77.


Al otro, a Borges, es a quien le ocurren las cosas. Yo camino por Buenos Aires y me demoro, acaso ya mecánicamente, para mirar el arco de un zaguán y la puerta cancel; de Borges tengo noticias por el correo y veo su nombre en una terna de profesores o en un diccionario biográfico. Me gustan los relojes de arena, los mapas, la tipografía del siglo XVIII, las etimologías, el sabor del café y la prosa de Stevenson; el otro comparte esas preferencias, pero de un modo vanidoso que las convierte en atributos de un actor. Sería exagerado afirmar que nuestra relación es hostil; yo vivo, yo me dejo vivir, para que Borges pueda tramar su literatura y esa literatura me justifica. Nada me cuesta confesar que ha logrado ciertas páginas válidas, pero esas páginas no me pueden salvar, quizá porque lo bueno ya no es de nadie, ni siquiera del otro, sino del lenguaje o la tradición. Por lo demás, yo estoy destinado a perderme, definitivamente, y sólo algún instante de mí podrá sobrevivir en el otro. Poco a poco voy cediéndole todo, aunque me consta su perversa costumbre de falsear y magnificar. Spinoza entendió que todas las cosas quieren perseverar en su ser; la piedra eternamente quiere ser piedra y el tigre un tigre. Yo he de quedar en Borges, no en mí (si es que alguien soy), pero me reconozco menos en sus libros que en muchos otros o que en el laborioso rasgueo de una guitarra. Hace años yo traté de librarme de él y pasé de las mitologías del arrabal a los juegos con el tiempo y con lo infinito, pero esos juegos son de Borges ahora y tendré que idear otras cosas. Así mi vida es una fuga y todo lo pierdo y todo es del olvido, o del otro.

No sé cuál de los dos escribe esta página.



Sylvia Saítta, “Borges mediático”, en Variaciones Borges, vol. 46, 2018, pp. 3-4.


Borges hizo del periodismo cultural y los medios masivos el primer ámbito de circulación de su literatura, en los que encontró tanto uno de los principales escenarios de constitución de su figura de escritor y de lector, de la polémica estética y el debate ideológico, así como también una manera de ganarse la vida. Desde los años 20 y hasta su muerte, Borges publicó poemas, cuentos y ensayos en diarios masivos y publicaciones periódicas; fue entrevistado por la prensa escrita y en programas de radio y, después, por televisión; dirigió revistas y suplementos culturales; participó como jurado de concursos promovidos por diarios, editoriales y revistas comerciales; escribió guiones de cine, posó para los fotógrafos, firmó autógrafos, participó en ferias del libro y eventos públicos.

(...)

La crítica literaria suele comparar a Borges y a Roberto Arlt tanto por sus respectivas poéticas como también por ser los representantes de dos clases de escritor: la del escritor culto, heredero de la voz de los mayores, formado en bibliotecas de innumerables libros ingleses, y la del escritor plebeyo, sin estudios y advenedizo en el mundo de la literatura. No obstante, y con todas sus diferencias, Borges y Arlt están igualmente atravesados por el carácter mediático de sus figuras de escritor y la variable económica.



Annick Louis, “A Momentary Lapse of History. Borges y la crítica moderna argentina bajo la última dictadura y en la postdictadura (1976-1986)”, en Letras, nº 81, 2020, pp. 286-288.


La construcción de la figura autoral de Borges, que por momentos provoca adhesión, otras escándalo, otras indignación o rechazo violento, puede verse como una estrategia de compensación: cuando su estética produce rechazo o incomprensión, cuando sus posiciones políticas indignan (aunque Borges sacara provecho, como vimos, de su adhesión a la llamada Revolución Libertadora, y de la proscripción del peronismo), difundir primero una figura para poder publicitar e imponer concepciones literarias constituye una opción. La inteligencia —y las torpezas—, pero, en todo caso, la percepción del funcionamiento de los medios que muestra Borges traduce su capacidad para explotar su figura pública con el objetivo de imponer las propias concepciones literarias: utiliza por tanto lo que podemos llamar su “capital mediático” para imponer tanto sus concepciones como un modo particular de construcción de la figura pública.

(…)

Borges va a aprovechar las condiciones existentes, que se fueron creando a lo largo de más de dos décadas de creciente interés por su figura y su literatura, de modo entrelazado, pero también intermitente, y las va a poner al servicio de un proyecto personal, no de control sino de difusión e imposición (que son, tal vez, formas de control): por momentos, su obra le permite adquirir fama, y en otros momentos su figura lo vuelve popular. Pero fama y popularidad no son lo mismo: ser famoso implica a menudo un reconocimiento y una admiración, sin una implicación personal, mientras que en la popularidad de Borges en Argentina, sus compatriotas se implican afectivamente, ya sea violentamente en contra o asociándolo a algo (alguien) propio, que activa o reactiva un sentimiento de afecto hacia su país. Desde ya, el sentimiento de reconocer algo propio e identitario en un escritor famoso se establece en los países marcados por el proceso de constitución de los Estados-Nación, es decir que existen numerosos casos de esto; pero cuando un escritor se vuelve popular al punto de ser reconocido en la calle y otros lugares de su ciudad, por personas que no solamente no conocen su obra, sino que no pertenecen a una clase social letrada, cuando no puede tomar un taxi, caminar por la calle, o ir a un café sin ser reconocido, esto confiere otra dimensión a su figura nacional.



Sylvia Molloy, “Jorge Luis Borges, confabulador (1899-1986)”, en Revista Iberoamericana, nº 137, enero-diciembre 1986, pp. 806-807.


Las figuras del museo textual de Borges exponen, con triste dignidad —por eso conmueven— la lección más ardua y a la vez más rica de esta obra, su promesa infinita: el individuo se anula en la letra pero en ella deja su secretísima marca.

(...)

“Hechos que pueblan el espacio y que tocan a su fin cuando alguien se muere pueden maravillarnos, pero una cosa, o un número infinito de cosas, muere en cada agonía, salvo que exista una memoria del universo, como han conjeturado los teósofos.

(...)

¿Qué morirá conmigo cuando yo muera, qué forma patética y deleznable perderá el mundo? ¿La voz de Macedonio Fernández, la imagen de un caballo colorado en el baldío de Serrano y Charcas, una barra de azufre en el cajón de un escritorio de caoba?” (“El testigo”, en El hacedor).

Muerto, Borges comienza a borrarse de su texto. El hombre que, porque lo sabíamos vivo y le habíamos conferido poder, autorizaba una obra diversa e ilusoriamente la refrendaba con su presencia única, ya no es. Se interrumpe un relato y empieza otro.


Bibliografía



Jorge Luis Borges

“La nadería de la personalidad”

en Inquisiciones

Buenos Aires, Proa, 1925 [1922]


Jorge Luis Borges

“Borges y yo”

en El hacedor

Buenos Aires, Emecé, 1960


Robin Lefere

Borges. Entre autorretrato y automitografía

Madrid, Gredos, 2005


Annick Louis

Jorge Luis Borges. Obra y maniobras

Santa Fe, Universidad Nacional del Litoral, 2013


Annick Louis

“A Momentary Lapse of History. Borges y la crítica moderna argentina bajo la última dictadura y en la postdictadura (1976-1986)”

en Letras

nº 81, enero-junio 2020

pp. 270-339


Josefina Ludmer

“¿Cómo salir de Borges?”

en Jorge Luis Borges. Intervenciones sobre pensamiento y literatura

de W. Rowe, C. Canaparo y A. Louis (comps.)

Buenos Aires, Paidós, 2000


Sylvia Molloy

Las letras de Borges

Buenos Aires, Sudamericana, 1979


Sylvia Molloy

“Jorge Luis Borges, confabulador (1899-1986)”

en Revista Iberoamericana

nº 137, enero-diciembre 1986

pp. 801-808


Rafael Olea Franco

El otro Borges. El primer Borges

Buenos Aires, FCE/El Colegio de México, 1993


Sylvia Saítta

“Borges mediático”

en Variaciones Borges

vol. 46, 2018

pp. 3-21


Jorge Schwartz (dir.)

Borges babilónico

Buenos Aires, FCE, 2024