Selección de textos
Bruce Glaser y Lucy R. Lippard, “Questions to Stella and Judd”, en Art News, vol. LXV, nº 5, septiembre 1966.
GLASER: ¿Usted sugiere que en pintura ya no hay soluciones que encontrar o problemas que resolver (…)?
STELLA: Mi pintura se basa en el hecho de que solo se encuentra en ella lo que puede ser visto. Es realmente un objeto. Toda pintura es un objeto y quienquiera se implique en ella lo suficiente termina por enfrentarse a la naturaleza de objeto de lo que hace, no importa lo que haga. Hace una cosa. Todo esto debería caer por su propio peso. Si la pintura fuera lo suficientemente incisiva, precisa, exacta, nos bastaría simplemente con mirarla. Lo único que anhelo que se extraiga de mis pinturas, y que por mi parte yo extraigo de ellas, es que pueda verse el todo sin confusión. Todo lo que hay que ver es lo que se ve.
Juliane Rebentisch, Estética de la instalación, trad. G. Calderón, Buenos Aires, Caja Negra, 2018.
En el minimalismo la objetualidad se ve acentuada por la identidad entre objeto y forma. Confrontado con el objeto minimalista por excelencia, el cubo, para el espectador no hay ya riqueza de sentido que trascienda los elementos materiales individuales del objeto, porque no hay ya elementos individuales. Solo hay un cubo, que en su peculiar literalidad es al mismo tiempo forma y objeto. Por eso dice Fried que el minimalismo es un arte literalista.
(…)
La objeción de Adorno a la “regresión de las obras de arte a la literalidad bárbara de lo que sucede estéticamente” está emparentada, por cierto, con la objeción de Fried a la literalidad del minimalismo. Lo que Fried busca en el campo de las artes visuales, como Adorno en el de la música, es salvar al arte del viraje hacia la literalidad o hacia la ausencia de espíritu, respectivamente. Para Adorno, como para Fried, la viabilidad del arte autónomo y la del proyecto moderno dependen de preservar al arte de este destino, aun si los dos aportan respuestas muy diferentes a la pregunta acerca de cómo se puede mantener vivo este proyecto en vista de tal amenaza.
Georges Didi-Huberman, Lo que vemos, lo que nos mira, trad. Horacio Pons, Buenos Aires, Manantial, 1997, pp. 35 y 47.
Es preciso releer una vez más las declaraciones de Judd, Stella y Robert Morris —entre los años 1964 y 1966— para comprender cómo los enunciados tautológicos concernientes al acto de ver no logran sostenerse hasta el final, y cómo lo que nos mira, constante, ineluctablemente, retorna en lo que sólo creemos ver.
(…)
El acto de ver no es el acto de una máquina de percibir lo real en tanto que compuesto por evidencias tautológicas. El acto de dar a ver no es el acto de dar evidencias visibles a unos pares de ojos que se apoderan unilateralmente del “don visual” para satisfacerse unilateralmente con él. Dar a ver es siempre inquietar el ver, en su acto, en su sujeto. Ver es siempre una operación de sujeto, por lo tanto una operación hendida, inquieta, agitada, abierta. Todo ojo lleva consigo su mancha, además de las informaciones de las que en un momento podría creerse el poseedor. (…) Los pensamientos binarios, los pensamientos del dilema son por lo tanto ineptos para captar algo de la economía visual como tal. No hay que elegir entre lo que vemos (con su consecuencia excluyente en un discurso que lo fija, a saber la tautología) y lo que nos mira (con su influencia excluyente en el discurso que lo fija, a saber la creencia). Hay que inquietarse por el entre y sólo por él.
Hal Foster, El retorno de lo real. La vanguardia a fines de siglo, trad. Alfredo Brotons Muñoz, Madrid, Akal, 2001, cap. II: El quid del minimalismo, pp. 39-72.
A primera vista todo parece muy simple, aunque en cada serie de obras una ambigüedad perceptiva complica las cosas. Reñida con los objetos específicos de Judd está su composición no específica (“una cosa detrás de otra”). Y así como las gestalts dadas de Morris son más contingentes que ideales, así las toscas planchas de Serra son redefinidas por nuestra percepción de ellas en el tiempo. Mientras tanto, la lógica de enrejados de LeWitt puede ser obsesiva, casi demente; e incluso los cubos perfectos de Bell, que parecen herméticamente cerrados, reflejan el mundo exterior. De modo que lo que se ve es lo que se ve, según la famosa sentencia de Frank Stella, pero las cosas nunca son tan sencillas como parecen: no obstante el positivismo del minimalismo, en estas obras la percepción se hace reflexiva y compleja. Aunque la sorpresa experiencial del minimalismo es difícil de recuperar, su provocación conceptual perdura, pues el minimalismo rompe con el espacio trascendental del arte más moderno (si no con el espacio inmanente del readymade dadaísta o el relieve constructivista).
Bibliografía
Bruce Glacer y Lucy Lippard
“Questions to Stella and Judd”
en Art News
vol. LXV, nº 5, septiembre 1966
Georges Didi-Huberman
Lo que vemos, lo que nos mira
trad. Horacio Pons
Buenos Aires, Manantial, 1997