Selección de textos
Baruch Spinoza, Correspondencia, trad. Atilano Domínguez, Madrid, Alianza, 1988, Carta LX (a Tschirnhaus, entre el 5 de enero y el 8 de junio de 1675). Todas las cartas citadas, se toman de esta edición.
Entre la idea verdadera y la adecuada no reconozco otra diferencia, sino que el nombre verdadero sólo se refiere a la conveniencia de la idea con su objeto (ideatum), mientras que el término adecuado se refiere a la naturaleza de la idea en sí misma; así que no se da ninguna diferencia entre idea verdadera y la adecuada fuera de aquella relación extrínseca.
Ética, Segunda parte, Definición 4.
Por idea adecuada entiendo la idea que, en cuanto que se considera en sí misma, sin relación al objeto, tiene todas las propiedades o denominaciones de la idea verdadera.
Ética, Segunda parte, Proposición 49, escolio.
Con lo dicho, hemos eliminado la causa del error que es comúnmente admitida. Frente a ella, en efecto, hemos mostrado que la falsedad consiste en la sola privación que implican las ideas mutiladas y confusas.
Ética, Segunda parte, Proposición 33.
En las ideas no hay nada positivo por lo que se digan falsas.
Ética, Segunda parte, Proposición 17, escolio.
Las imaginaciones del alma, consideras en sí mismas, no contienen error alguno, es decir, que el alma no yerra por imaginar, sino tan sólo en cuanto que se considera que carece de una idea que excluya la existencia de aquellas cosas que imagina presentes.
Ética, Segunda parte, Proposición 34.
Toda idea, que en nosotros es absoluta o adecuada y perfecta, es verdadera.
Ética, Segunda parte, Proposición 36.
Las ideas inadecuadas y confusas se suceden con la misma necesidad que las ideas adecuadas o claras y distintas.
Ética, Cuarta parte, Prólogo.
Por lo que se refiere al bien y al mal, tampoco ellos indican nada positivo en las cosas, es decir, consideradas en sí mismas, y no son más que modos de pensar o nociones que formamos porque comparamos las cosas entre sí.
Correspondencia, Carta XXIII (a Blyenbergh, 13 de marzo de 1665).
Lo que constituye la forma del mal, del error, del crimen, etc., no consiste en algo que exprese una esencia.
Correspondencia, Carta XIX (a Blyenbergh, 5 de enero de 1665).
No puedo conceder que los pecados y el mal sean algo positivo.
Correspondencia, Carta XXI (a Blyenbergh, 28 de enero de 1665).
La privación no es el acto de privar, sino tan sólo la pura y simple carencia, que por sí misma no es nada. En efecto, sólo es un ente de razón, o un modo de pensar que formamos al comparar unas cosas con otras. Decimos, por ejemplo, que un ciego está privado de la vista porque lo imaginamos fácilmente como vidente, ya surja esta imaginación de comprarlo a él con otros que ven o de comprar su estado actual con el anterior, en que veía. Cuando consideramos así a ese hombre comparando su naturaleza con la de otros o con la suya pasada, afirmamos que la vista pertenece a su naturaleza y por eso decimos que ahora está privado de ella.
Ética, Primera parte, Apéndice.
La perfección de las cosas debe ser valorada por su sola naturaleza y potencia; y por tanto, las cosas no son más o menos perfectas, porque deleitan o repugnan a los sentidos humanos, o porque ayudan a la humana naturaleza o la estorban.
Ética, Segunda parte, Definición 6.
Por realidad y perfección entiendo lo mismo.
Ética, Cuarta parte, Prólogo.
La perfección y la imperfección son, en realidad, simples modos de pensar, es decir, nociones que solemos fingir, porque comparamos entre sí individuos de la misma especie o género. Y por esto he dicho antes que por realidad y perfección yo entiendo lo mismo; pues solemos reducir todos los individuos de la Naturaleza a un solo género, al que se llama el más general, a saber, a la noción de ser, la cual pertenece absolutamente a todos los individuos de la Naturaleza. Así, pues, en cuanto que reducimos los individuos de la Naturaleza a este género, y los comparamos unos con otros y comprobamos que unos tienen más entidad o realidad que otros, decimos que unos son más perfectos que otros; y, en cuanto les atribuimos algo que implica negación, como término, fin, impotencia, etc., les llamamos imperfectos porque no afectan nuestra alma lo mismo que aquellos que llamamos perfectos, y no porque les falte algo que es suyo o porque la Naturaleza haya pecado. Pues a la naturaleza de una cosa no pertenece nada más que aquello que se sigue de la necesidad de la naturaleza de la causa eficiente, y lo que se sigue de la necesidad de la causa eficiente, se produce necesariamente.
Ética, Tercera parte, Proposición 1.
Nuestra alma hace algunas cosas y padece otras, a saber, en la medida en que tiene ideas adecuadas, necesariamente hace algunas cosas, y en la medida en tiene ideas inadecuadas, necesariamente padece algunas.
Bibliografía
Fuentes de Spinoza
Spinoza publicó en vida sólo dos libros: los Principios de la filosofía de Descartes (1663) y el Tratado teológico-político (1670).
También había escrito el Tratado de la reforma del entendimiento (probablemente en 1661), el Tratado breve (entre 1650 y 1660), la Ética (entre 1661 y 1675), el Tratado político (entre 1675 y 1677), un Compendio de gramática hebraica y dos textos breves, el Tratado sobre el arco iris y el Cálculo de probabilidades, en fechas inciertas, y finalmente, de 1661 a 1676, alrededor de 50 cartas conocidas hasta ahora, de muy diversa índole.
Las dos grandes ediciones de la obra póstuma son las de Johannes van Vloten y Jan Pieter Land (1882-1884) y la de Carl Gebhardt (1925). Recurrimos a esta última para traducir los primeros textos que aparecen en la Antología.
Las principales traducciones al español de la Ética son la de Atilano Domínguez (Madrid, Trotta, 2000), que es la que seguimos en la Antología, la de Vidal Peña (Madrid, Editora Nacional, 1984) y la recientemente editada de Mario Caimi y Jimena Palacios (Buenos Aires, Colihue, 2022), sin duda destinada a volverse la edición de referencia para todo el mundo hispanoparlante.
Para la correspondencia, se puede consultar la traducción de Atilano Domínguez (Madrid, Alianza, 1988), también utilizada en la Antología.
Estudios
Carl Gebardt
Spinoza
Buenos Aires, Losada, 1940
Martial Guéroult
Spinoza I. De Dieu
París, Aubier, 1968
Alexandre Matheron
Individu et communauté chez Spinoza
París, Minuit, 1969
Pierre-François Moreau
L’expérience et l’éternité
París, Presses Universitaires de France, 1994
Harry Wolfson
The philosophy of Spinoza
Cambridge, Harvard University Press, 1934
Ferdinand Alquié
Le rationalisme de Spinoza
París, Presses Universitaires de France, 1981
Marilena Chaui
La nervura de lo real
México, Fondo de Cultura Económica, 2019
Diana Cohen Agrest
El suicidio: deseo imposible. O la paradoja de la muerte voluntaria en la filosofía de Baruj Spinoza
Buenos Aires, Ediciones del Signo, 2003
Victor Delbos
Le spinozisme
París, Vrin, 2005
Gilles Deleuze
Spinoza. Filosofía práctica
Barcelona, Tusquets, 2001 [1981]
Stuart Hampshire
Spinoza
Madrid, Alianza, 1982 [1951]
Chantal Jaquet
Sub specie aeternitatis. Étude des concepts de temps, durée et éternité chez Spinoza
París, Kimé, 1997
Pierre Macherey
Introduction à l’Éthique de Spinoza
5 volúmenes
París, Presses Universitaires de France, 1994-1998
Leiser Madanes
El árbitro arbitrario. Hobbes, Spinoza y la libertad de expresión
Buenos Aires, Eudeba, 2001
Diego Tatián
Spinoza. Una introducción
Buenos Aires, Quadrata, 2009